Una comedia sobre el éxito, la mediocridad, el inconformismo y las ideas románticas.
Cristián es un tipo con cierto éxito.
Podríamos decir que con un éxito superficial.
Es un famosete de segunda, gracias a su trabajo como presentador en un late night con poca audiencia. Cae bien, es carismático, divertido…
Pero eso no es suficiente para llamar la atención de Maggie, su amor de juventud, con la que se reencuentra después de muchos años.
Impulsado por el deseo de gustarle y convencido íntimamente de que en realidad él da para más –que puede hacer algo más interesante, o más profundo, o más importante– decide dar un giro a su vida y sacar su verdadero talento.
Pronto encuentra su oportunidad. Sin embargo, cuando tras unos primeros pasos exitosos como show runner se pone a hacer un proyecto verdaderamente comprometido consigo mismo se da cuenta de que su talento, no es tanto.
En Sólo un metro de distancia utilicé la despersonalización como herramienta para estructurar la función tanto a nivel dramatúrgico como de puesta en escena.
La despersonalización es uno de los sistemas de defensa que utiliza la mente para protegerse del trauma, y provoca la sensación de alejar la vivencia, de no haberla experimentado realmente.
Trasladé ese efecto a la construcción de la estructura de la obra.
En esta ocasión parto de la sensación de suspenso.
El momento en que la idea, la palabra o el recuerdo parecen desaparecer y la acción queda interrumpida.
Esto da lugar a una fragmentación del relato que obliga al espectador a ir uniendo poco a poco las piezas.
Serán estos dos elementos, la fragmentación y la sensación de interrupción, los que –paradójicamente– vertebren el montaje.
Podemos disfrutar de esta función gracias al Programa PLATEA cofinanciado por INAEM, FEMP y Ayto de Consuegra
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